jueves, 25 de febrero de 2010

¡Eres digno de recibir un milagro!

¡ERES DIGNO DE RECIBIR UN MILAGRO!
(San Lucas 7:2-10)
Por: Dr. José Arizmendi Vázquez
Al estudiar el imperio romano y analizar sus niveles militares, nos podemos detener y examinar a sus soldados. Hombres de guerra, valientes, poderosos en las batallas, sanguinarios, despiadados, con mucha frialdad para quitar la vida, de sangre fría, cuyo objetivo era únicamente el matar. Dentro de los soldados romanos estaban los centuriones, eran hombres que tenían autoridad sobre una centuria de soldados (cien hombres), y a su vez, eran nombrados en ese rango por todos sus logros dentro de las guerras.
En la historia bíblica, Lucas nos muestra una historia verdaderamente impactante. Un centurión romano, el cual tenía los palmares por parte de su pueblo para tener esa posición, atravesaba una crisis en su casa, su siervo, muy querido por el centurión, se enfermo y estaba a punto de morir. Mateo nos dice que la condición del criado era “postrado en casa, paralitico y gravemente atormentado”. Pero el centurión “oyó hablar de Jesús”, y nunca debemos de olvidar la fe viene por el oír, y lo que hizo fue hablar con unos ancianos de los judíos y “enviarlos” para que rogasen a Jesús que sanara a su siervo.
Pero porque un hombre dentro de una posición importante dentro del imperio romano, mismos que tenían dominio sobre el pueblo judío, no acudió a Jesús personalmente, sino que envió a otros a rogar por un milagro. Ciertamente el centurión tenía una posición de respeto en su patria y, quizá por los judíos también, pero a pesar de todo eso, el no se sentía digno de recibir un milagro de Jesús. Dentro de esta enseñanza tres veces se menciona la palabra “digno”, pero en las tres el sentido y significado es diferente.
Primeramente, vienen los ancianos ante Jesús diciéndole: Es digno (Del Griego Axios, merecedor) de que le concedas esto; porque ama a nuestra nación y nos edifico una sinagoga. Jesús no dijo nada y fue con ellos. Es notorio que ante los ojos de los demás el centurión era digno (merecedor) de un milagro, amaba al pueblo, les ofrendaba, actualmente hay muchos que aman al pueblo de Dios y ofrendan para extender su reino, por lo mismo cuando nosotros amamos a la iglesia y damos de nuestros bienes y dinero, también somos dignos (merecedores) de recibir un milagro de Dios. Pero más que los pensamientos de los ancianos, había otras cosas que limitaban al centurión.
Segundo, envió unos amigos ante Jesús y le mando a decir: Señor, no te molestes, no soy digno (Del Griego Jikanos, semejante) de que entres bajo mi techo. Ahora él no se sentía digno (semejante) a Jesús para recibirlo en su casa; muchas veces deseamos algo de Dios pero no nos sentimos dignos (semejantes) a Jesús para que nos sea dado nuestro milagro, por tal motivo, no lo dejamos entrar y limitamos su poder, amor y gracia hacia nosotros. Pensamos ni que Dios nos puede usar porque no somos dignos (semejantes), pero debemos tener siempre presente que El nos creo a su imagen y semejanza, por lo cual, al ser seres espirituales como El, su poder, amor y autoridad son íntegros en nosotros.
Y lo tercero, el centurión dice a Jesús: Por lo cual ni aun me tuve por digno (Del Griego Axioo, tener derecho) de venir a ti. Esto era lo que más lo limitaba del propósito divino, sentía no ser digno (tener derecho) de ir delante de Jesús para pedir por un milagro. Durante mucho tiempo se nos enseño que no todos los hijos de Dios tenían derecho de recibir un milagro, y se decía que por sus pecados, maldad, desobediencia, etc. Muchas veces todo lo malo que hayas hecho te limita y no te deja vivir poseyendo un milagro de Dios. Pero desde que Jesús estaba frente a los ancianos no dijo nada, ni al estar frente a los amigos, menos aun, al estar frente al centurión, solo continuaba esperando algo más por parte del soldado romano. En un momento pronto, el centurión le dice a Jesús: Solo di la palabra y mi criado sanara. Jesús todo el tiempo estuvo callado, no dijo nada, no juzgo, no señalo, ni condeno, no le reprocho sobre su dignidad, si era merecedor, semejante o tenía derecho o no, solo esperaba algo más del soldado; solo Jesús hablo después de que el centurión les da una explicación sobre autoridad, demostrando con eso que su fe era producto del saber sobre dar órdenes y obedecerlas. Jesús se maravillo del centurión y se voltea ante la gente que lo seguía: Ni en Israel he hallado tanta fe. Nosotros nos podemos maravillar de Jesús, de su vida, su obra, su poder, sus milagros, su sacrificio, y por todo, pero resulta notorio que El mismo se maraville de un hombre.
Hermanos, quizá frente a los demás somos merecedores o no de recibir un milagro de Jesús; es probable que alguien te haya hecho sentir que no mereces que Dios te conceda tu petición, y tu posición cual sea, te hace creer que no eres semejante, que no tienes derecho, pero Jesús no te condena ni te juzga, El solo espera algo más de ti, y eso es conocer tu fe. No importa la vida que hayas llevado, ni lo que hayas hecho, hemos sido testigos, cientos de veces de que muchos milagros son recibidos por gente que asiste por primera vez a una cruzada de sanidad y milagros, nunca habían acudido a una Iglesia, no saben lo que es ayunar u orar, pero Dios les concede su milagro, solo estaban ahí, en el momento apropiado, y Dios les concede su petición, a través de su poder y su gracia.
Jesús no te condena, no te señala, no te juzga, El solo quiere conocer tu fe. El centurión decía: No soy digno, pero SOLO ENVIA LA PALABRA Y SANARA. Posiblemente no te sientes digno, Dios no te condena, solo ten fe y tu fe te hará digno de recibir tu sanidad, no importa cuál sea la enfermedad, basta que Jesús envíe la palabra y serás sano.
Nosotros somos una generación que no se conforma y quiere recibir siempre mas, solo nos importa como Dios nos ve. Solo buscamos maravillar a Jesús, que El conozca nuestra fe y nos otorgué lo que le pedimos. En San Mateo 8:13 Jesús le dijo al centurión: “Ve, y como creíste, te sea hecho. Y el criado fue sanado en esa misma hora”.
Hermano debes de saber que tu fe te hace digno de recibir tu milagro y tu sanidad, porque no es por tus obras, es por tu fe, como tú lo creas te será hecho, y en ese momento recibirás de Dios lo que tanto has deseado y buscado. Solo está en la fe, y tu fe te hace tres veces digno (merecedor, semejante y con derecho) de recibir un milagro que deseas.
Ahí donde estás leyendo estas líneas, solo cierra tus ojos y dile: ¡SOLO ENVIA TU PALABRA Y SERE SANO!
Señor Jesús, somos tu pueblo, por tu sangre, por tu muerte en la cruz, por tu gracia y tu amor somos dignos de recibir un milagro, por nuestra fe, solo envía tu palabra y sanaran, yo lo creo Jesús… ¡AMEN!
¡ERES DIGNO DE RECIBIR TU MILAGRO!

¡BENDICIONES!
DR. JOSE ARIZMENDI VAZQUEZ